Transcurría el año 1987. Argentina llevaba 3 años de una joven democracia, y en medio de los juicios a los militares de la última dictadura los partidos políticos se fortalecían, mientras que al mismo tiempo las Fuerzas Armadas se desprestigiaron completamente.
Los militares sufrían la condena social del pueblo, no podían salir a la calle. Por esta razón, y como parte de la política de recomposición de las fuerzas y en un intento de reconciliación nacional, en diciembre de 1986 el gobierno que comandaba Alfonsín sanciona la Ley de Punto Final que daba un plazo de 60 días para hacer denuncias vinculadas a la última dictadura y después de ese tiempo quedarían prescriptas. Si el objetivo era ponerle un fin a las acusaciones pasó lo contrario: hubo una ola de denuncias y se procesó a más de 300 oficiales, superando todas las expectativas.
Ese Jueves Santo de 1987 iba a ser juzgado mayor Ernesto Barreiro, un genocida de la Perla - el Centro de Detención Clandestino más grande de Córdoba. Barreiro se negó a declarar y cuando las fuerzas policiales lo fueron a buscar, todo su personal se terminó acuartelando.
Aldo Rico frente a Campo de Mayo.
Al día siguiente el Teniente Coronel Aldo Rico dejó su regimiento en Misiones y se amotinó junto a otros militares en Campo de Mayo reclamando que ellos también estén incluidos en el pacto de impunidad, igual que sus jefes. Tomaron la Escuela de Infantería y desplegaron un show muy bizarro con armas pesadas, artillería y tanques apostados en todo el predio, pintados con betún y cargando granadas en señal de combate.
Las masivas manifestaciones de cíviles al rededor de Campo de Mayo.
Ante el miedo a un nuevo golpe, y la pasividad del gobierno. Muchas personas se acercaron a los al rededores de Campo de Mayo y a las Plaza de Mayo de la ciudad de Buenos Aires.
El discurso de Alfonsín, de ese domingo 19 de abril, quedaría en la memoria de todos los argentinos.
El Presidente, Raúl Alfonsin, salió dos veces a dirigirse a quienes estaban en la Plaza. La primera vez para decir que "la democracia no se negocia" y que él mismo iría a Campo de Mayo. La segunda, fue para alcarar que los hombres amotinados habían depuesto su actitud y dejó una frase que quedaría inmortalizada: "La casa está en orden".
El día que el Presidente visitó Campo de Mayo para conciliar con los carapintada.
Finalmente, la Semana santa de 1987 dejó un pacto de impunidad entre las Fuerzas Armadas y el conjunto del régimen político. A pesar de que se intentó e intenta por todos los medios una reconciliación nacional hasta ahora sigue siendo imposible debido a la condena popular que pesa sobre la dictadura.