Hoy - Por César Carignano

Sábado 07 de Julio de 2018 - 11:39 hs

AFA, entre la refundación y la refundición

La continuidad de Sampaoli es el centro de la atención, pero más allá de ello hay una dirigencia que toma determinaciones que condicionan su propio futuro y el de la selección.

Desde hace tiempo nada es sencillo para el ambiente futbolero argentino. Razones sobran. Siempre que la pelota se encapriche en no entrar ocurrirá esto, principalmente por la autoestima propia del argentino.

La enorme diferencia radica en la intensidad de las tormentas que desatan las derrotas. Mientras algunos las reducen echando mano a un proyecto, a una estrategia pensada como plan de contingencias aquí les abrimos camino para que muten en huracanes devastadores. No siempre, pero casi siempre es así. Y esa acción de apagar un incendio con combustible nos hace débiles, inestables, caóticos.

En ese contexto de clima adverso la incapacidad de organización dirigencial quizá sea la razón principal. Una razón de la cual se desprenden otras tantas. Es innegable que entrenadores y futbolistas tienen su cuota parte en estas frustraciones, porque en el césped está la última imagen, la foto – equivocadamente- definitiva.

Pero los señores de traje también tienen su porción de responsabilidad. La tienen desde siempre, pero tras la partida póstuma de Don Julio han sido incapaces de dialogar, discutir y democratizar el manejo del fútbol. Grondona tampoco lo hacía pero inspiraba respeto y mantenía a la marca Selección Argentina bastante mejor vista que su monárquica política de gobierno.

Cada crisis es una posibilidad de cambio, siempre y cuando la lectura sea sincera y profunda. No vayamos tan lejos: Brasil lo hizo hace dos años. Pero aquí los cambios son sutiles, leves y modificando en la superficie, lo más sencillo de modificar.

La clase dirigente no ha salido de un repollo, es tan nuestra como el asado y el mate, quizá por ello sigamos pataleando en el lodo. Sufragio empatado, elección de entrenador para las juveniles a dedo y por fuera de los cuarenta proyectos presentados, negación de futbolistas a las olímpiadas para boicotear a un entrenador que cometió la imperdonable herejía de ser subcampeón dos veces seguidas. Cosas sabidas cuyas consecuencias no son solo institucionales.

Su repercusión en lo deportivo se cristaliza en la búsqueda y nombramiento de seleccionadores. Fue Bauza porque hubo varias negaciones y fue Sampaoli porque las negaciones se ratificaron. Esa es la implicancia directa de esta dirigencia en el resultado.

Las deserciones al banco argentino de los más prestigiosos entrenadores de la actualidad no pasan por el temor a los futbolistas o por el desapego a los colores patrios. Sino que pasan por la desconfianza a una estructura inexistente, incapaz de sostener un traspié sin cortarles la cabeza.

Hoy el fútbol argentino paga la indemnización de un entrenador que estaba construyendo identidad y fue invitado a marcharse y paga también la de un entrenador despedido que filosóficamente está en las antípodas de su predecesor.

Refundación es lo que pedimos todos. Entendamos entonces que echar a Sampaoli no es lo correcto. Hablar y realizar una autocrítica sincera y conjunta sería un buen paso intermedio entre tanto negro y blanco que ofrece la actualidad. Algún día habrá que entender que el diálogo puede construir. Además habría que aceptar que los contratos son más que un papel firmado, son un compromiso.

Todo cambio de rumbo tiene un precio, pero es hora de que el costo no sea exclusivamente económico. Podría, esta vez, ser político asumiendo respaldar a un entrenador variando lo necesario desde el consenso.

De lo contrario nada cambiará. No pensemos en la partida de Sampaoli, pensemos en el descrédito institucional que acarreará esa situación. En el descrédito de un presidente que expulsa intempestivamente al mejor entrenador del mundo, en su criterio.

Los notables seguirán esgrimiendo que no es el momento adecuado para dirigir a la selección, porque el abismo que sucede al primer traspié deportivo es infinito.

Aunque mártires siempre aparecerán, la selección seguirá caminando. En todo caso, la gran derrota será aceptar que los llegados para cambiar los paradigmas en AFA terminaron abandonando el camino de la refundación para tomar el de la refundición.

Fuente: Por César Carignano