10 en Deportes - Por César Carignano

Domingo 17 de Junio de 2018 - 09:59 hs

Una nociva dependencia

Argentina mereció más en su debut, pero se reiteró en varias equivocaciones. El Mundial recién comienza pero es tiempo de releer y corregir para mantener la ilusión.

Ilusión y realidad. Esos eran los dos grandes disparadores en la previa. Una previa que no fue ni larga ni desesperante pero que en nuestro estado de demanda ansiolítica permanente pareció una eternidad. Transformamos esa abstinencia en necesidad y esa urgencia en exitismo. Pero nuevamente las cosas estuvieron más cerca de lo real que de lo imaginario.

Argentina sigue estando en formación, más allá de que la mayoría sabía de antemano lo que es jugar un Mundial. Este equipo sigue elaborando, incorporando e intentando desarrollar una idea. Pero sigue también, repitiéndose en varios aspectos.

Enfrente nuestra selección tuvo dos rivales: Islandia y la propia historia.

Lo de los europeos probablemente no se haya corrido demasiado de lo estudiado: equipo compacto, prescindente de la pelota, solidario e inteligente en el retroceso, práctico en su búsqueda y necesariamente efectivo para concretar lo poco que genera. Todo esperable. Importante desafío si lograban acercarse a su mejor versión, cosa que por momentos ocurrió.

El tema principal, no obstante, ha pasado nuevamente por nosotros mismos. Porque el resultado pudo haber sido diferente, sobretodo si observamos que la más clara estuvo en los pies del mejor. Pero los mejores son falibles y vulnerables como cualquiera algunas veces. Y esta vez le tocó a Messi. Nadie busca evadir su responsabilidad en el tiro desde los once metros. Sin embargo, mirando hacia adelante y proyectando el soñado viaje mundialista con seis paradas más deberemos aceptar que todos los que viajan a bordo del sueño tienen funciones que desarrollar.

Argentina fue más y mereció ganar. Tuvo mucho más el balón, lo que no significa en sí nada positivo. Es como en las pruebas del colegio: ser concretos en un texto corto es mucho más rendidor que escribir muchos párrafos sin definir demasiado. Además, esa tenencia tiene mucho aroma islandés, puesto que a los nórdicos no les interesa demasiado tener la joya de la reina en sus pies ni cerca del piso. Es más, con hacerla volar hasta de saques de banda y conectarla cuando no tiene dueño les alcanza y les gusta. A raíz de esa idea, ser dueño de la redonda no implica un mérito, porque el oponente propone justamente eso.

De allí en más, transformar el dominio en un atributo precisa de personalidad. Sí, de actitud, de voluntad, de carácter o como quiera cada uno llamarlo. De hacerse dueño de esa camiseta para merecerla y no soltarla. Cuestión esta que ayer nuestro representativo no fue capaz de resolver.

Por un lado, el entrenador. Nadie juzga la intención primaria, pero sí la tardanza para intentar modificar el curso de un partido previsible en términos de desarrollo. Las virtudes de un entrenador precisan de lectura y resolución para trasladar la responsabilidad a los futbolistas, pero ayer Sampaoli demoró -con total respeto lo digo- las correcciones.

Y por el otro lado, los futbolistas. Talentosos, virtuosos y capaces, pero indecisos en muchos momentos. La indecisión nivela, equilibra condiciones. De eso se valió Islandia para estar en partido.

Messi cuando acierta la pide y cuando erra la pide el doble. Aparece y se responsabiliza del juego, por más que no le coloquen en campo intérpretes de su talento, por más que brillen por su ausencia el protagonismo de sus compañeros.

La convicción hace la diferencia entre jugadores. La valentía permite que tipos de cuarenta se destaquen al lado de los de veinte. Decidir, animarse, gambetear, engañar: jugar. Esa es la gran deuda del resto. Vencer el miedo al error, superar la inmensidad del marco y ser libres. Esa debe ser la búsqueda.

No es gratuito el uso de la celeste y blanca, pero tampoco es un regalo. Es un premio. Premio a las gracias mostradas en la cotidianeidad de clubes y solo revalidadas ayer por el capitán -reitero, aun errando-, por la vigencia del enorme Mascherano, por la capacidad goleadora de Agüero y por la alegría de Pavón y Meza.

Fue el estreno. No define nada, pero si es momento de análisis y reflexiones. Necesarias ambas para seguir construyendo un camino que aun tras este empate puede llegar lejos.  Siempre y cuando no transformemos en nociva la dependencia del mejor, porque el hasta el Sol precisa de los planetas a su alrededor para lucirse.

Fuente: Por César Carignano