Cuando un jugador pasa esa frontera invisible, que no distingue camisetas y que además deja atrás su apellido para ser reconocido por su nombre, es porque la huella que dejó es profunda y en René Houseman todo eso se conjugó junto al apodo de "Loco", algo que con el tiempo fue sumando cariño y admiración.
Houseman cosechó anécdotas por doquier, tanto con compañeros como con rivales, y al mismo tiempo su juego indescifrable y su vida personal tuvieron siempre condimentos para hacer del "loco" un personaje entrañable.
Oriundo de Santiago del Estero (La Banda), la vida de Houseman estuvo siempre ligada al bajo Belgrano, sobre todo por su cariño por Excursionistas, aunque también jugó en Defensores de Belgrano.
Idolo en Huracán, figura junto a Carlos Babington y Miguel Brindisi del equipo que salió campeón en el Metropolitano de 1973, Houseman fue el "mimado" por el DT César Luis Menotti, quien lo llevó al Mundial de 1978, más allá de que estuvo presente en el de Alemania 74.
"Cuando gané el premio por salir campeón del mundo entré a la concentración de Huracán haciendo jueguito con el paquete de dinero. Eran 90 mil dólares y se lo dejé al utilero, para luego ir a entrenar", contó alguna vez el wing derecho.
Su fútbol se repartió durante 14 años en Defensores de Belgrano, Huracán, River, Colo Colo de Chile, AmaZulu de Sudáfrica, Independiente y Excursionistas.
El alcohol y una vida que el fútbol no pudo contener, y en gran medida por su alma bohemia, hicieron que toda esa magia futbolística se fuera apagando y a los 31 años colgó los botines.
Houseman dijo que el dinero nunca fue algo importante en su vida, pero reconoció que con el paso del tiempo no quería recordar lo que hizo porque "sino me tengo que pegar un tiro".
Así vivió Houseman su carrera deportiva, entre los elogios y la admiración de compañeros y rivales, pero también descuidando bastante lo que podía generar su arte futbolístico. (Por Adrián Taccone)