Fútbol - Por César Carignano

Jueves 15 de Marzo de 2018 - 10:24 hs

Permanecer no es gratuito

Los jugadores de la elite del fútbol mundial tienen un gran privilegio, aunque no es sencillo sostenerlo debido a que el sistema exige cada vez más y detrás de todas las bondades hay corazones y mentes que gobiernan para bien o para mal a los protagonistas.

Actualizado: Jueves 15 de Marzo de 2018 - 13:16 hs

El fútbol, como muchas cosas en este suelo, puede describirse mediante frases hechas. Las hay de todo tipo y en líneas generales admiten debate. Una charla de café puede consumirse una tarde entera en torno a cuanto tiene de cierto aquello de penal bien pateado es gol. Del mismo modo, una pausa en el trabajo puede agotarse completamente fundamentando si un entrenador es defensivo o no por poner un solo delantero.

Pero hay algunas que no dejan margen para el disenso. Existen ciertas máximas que son así y punto. Una de ellas, quizá la más extensible a la sociedad dice que llegar es difícil, pero mantenerse más aún.

En términos laborales, fuera del deporte, puede aplicarse a cualquier trabajo. Y dentro de la esfera deportiva es una verdad tan tajante como la poca durabilidad del éxito.

La carrera deportiva es una construcción permanente que se nutre de la proporcionalidad. El crecimiento deportivo suele ir de la mano con el aumento del reconocimiento público y con las mejoras contractuales, pero también con el incremento de las exigencias.

Es una cuestión global que cuando más se encumbra más privilegios ofrece. Pero que no es gratuita. El precio aquí no es monetario sino simbólico. Pero por ser abstracto no deja de ser cada vez mayor.

El sistema se centra en lo monetario. El deportista de elite no padece necesidades económicas. Muy por el contrario, cuando más eleva su nivel más resuelve la cuestión dineraria. Pero reducir su rendimiento a la satisfacción económica es una lectura parcial que deshumaniza al protagonista, que lo mecaniza, que lo robotiza.

Se cree regularmente que ganar más dinero significa rendir mejor, cuando en realidad el dinero se mide según las expectativas generadas. Estar a la altura de esas expectativas viene luego. Pero como el contrato ya existe, la presión es previa. Es casi como vivir en deuda.

Algunos encuentran recursos permanentemente para resolver la coyuntura y seguir vigentes. Están los que eligen seguir en el mismo club porque sienten la contención necesaria y privilegian la comodidad y están aquellos que en los cambios encuentran la adrenalina para seguir evolucionando. Todo es bienvenido, siempre y cuando se rinda.

La tecnología juega su papel también. Los videojuegos hacen creer a generaciones completas que es sencillo sostener un nivel alto, alejando al futbolista de su lado humano, ese que le hace preocuparse por temas cotidianos para colocarlo en el lugar insensible de un ser sin vida.

Y a partir de allí el exitismo aumenta. Nadie jamás pudo comprobar que por ganar el doble alguien pueda rendir el doble. Pero amén de ello, somos intolerantes.

Los futbolistas tienen su parte de culpa, sí. Porque mediante excepciones como Messi o Cristiano Ronaldo, nos muestra que la perfección es posible. Pero lejos están de representar a las mayorías.

Y debajo de esa línea, el resto. Luchando por seguir estando contra sus limitaciones, sus temores y sus frustraciones. Frustraciones que no eligen y que nacen de promesas que nunca han hecho.

Esta semana lo han dicho jugadores de primer nivel europeo y ha hecho ruido. Ha hecho ruido porque no nos interesa escucharlos antes. Nadie niega los privilegios de pertenecer, pero deberíamos aceptar que no es sencillo hacerlo. Porque el sistema exige cada vez más y porque detrás de los contratos millonarios y las camisetas super tecnológicas hay corazones y mentes que gobiernan -para bien o para mal- a los protagonistas.

Fuente: Opinión de César Carignano