Básquet - Básquet

Lunes 30 de Enero de 2017 - 16:08 hs

"A los jugadores que dieron tanto, hay que dejarlos retirarse en paz"

A los 39 años, el base cordobés reflexiona sobre su adiós al profesionalismo. "¿Por qué tenía que hacer algo que no seguía disfrutando? No merecía pasar mal los últimos meses de mi carrera. Si esto no lo hago por dinero sino porque me gusta jugar", asegura

Clarín

"Ya cenamos en familia y ahora podemos hablar con tranquilidad”. Pablo Prigioni no parará de charlar durante una hora y cuarto desde su hogar en Vitoria, la ciudad emblema del básquetbol en el País Vasco, por ser sede del Baskonia, eslabón clave de este deporte en Europa y sucursal argentina en la que dejaron huellas Luis Scola, Andrés Nocioni, Fabricio Oberto, Marcelo Nicola y Juan Espil, entre otros, además del base cordobés que a los 39 años colgó sus asistencias. Raquel y sus hijos Alessandra (11) y Nicolás (7) están en otro cuarto. Es tiempo de hablar del retiro de uno de los pilares del mejor seleccionado argentino de la historia.

-¿En qué momento un atleta decide retirarse? ¿Analizaste señales previas o un día hiciste click y adiós a las canchas?

-No fue de un momento a otro. Son señales, cosas que vas poniendo sobre la mesa. En principio, pensé que iba a jugar en Houston esta última temporada. Que me cortaran dos días antes de comenzar la NBA me dejó tecleando. “¿Ahora qué hago?”, me pregunté. Nunca me había pasado algo así. Me desconecté un poco al pasar las Fiestas en la Argentina, pero me costaba ir a entrenarme. Por eso acepté la oferta del Baskonia. Si no, no me hubiese conectado más.

-Pero no te conectaste...

-Pensaba que me iba a encontrar un poco mejor mental y físicamente para jugar toda la temporada, pero no encontré la motivación. Me costaba horrores ir a entrenarme. No conseguía motivarme para los partidos, salvo alguno que otro. Detecté que no iba a estar en buena condición y como tampoco sentía fortaleza mental, no iba a poder competir al nivel que me gusta. Y yo no sirvo para hacer algo a media máquina, porque no lo hice nunca.

-¿Luchaste mucho antes de tomar esa decisión?

-Lo hablé en el club y me dijeron que me diera más tiempo. Accedí a seguir, pero las sensaciones no cambiaban sino que empeoraban. Por más que físicamente comenzaba a mejorar, la cabeza no estaba bien. No encontraba ese deseo de competir que siempre tuve. No me sentía cómodo con nada. Sabía que un día tenía que decir: “Hasta aca llegué”.

-No le veías sentido a seguir...

-Es que para no disfrutarlo, no tenía sentido aguantar cinco meses esa sensación. ¿Por qué tenía que hacer algo que no seguía disfrutando? No merecía pasar mal los últimos meses de mi carrera. Si esto no lo hago por dinero sino porque me gusta jugar.

-¿Cómo lo estás procesando, por más que ha pasado poco tiempo desde tu retiro?

-Va en la manera de ser de cada uno. Habrá indecisos que necesitan más tiempo y ayuda con psicólogos deportivos que orienten. Yo suelo tener las cosas bastante claras y no suelo dudar. Durante mi carrera, se me ha marcado el camino que tenía que seguir. Ahora era claro que tenía que tomar esta opción y retirarme.

-¿Con la Selección sucedió lo mismo? Porque fuiste vos quien decidió hacerse a un lado antes de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016...

-Cuando Brasil nos eliminó en el Mundial de España 2014, estaba 100 por ciento seguro de que ése había sido mi último partido. Cuando llegó el momento de plantearme qué decisión tomar con respecto a Río, tuve muchas dudas. Pero volví atrás en el tiempo, retomé aquella sensación de estar muy tranquilo por mi último torneo con la Selección y me dije que era el momento para dar el paso al costado. Significaba un esfuerzo grande, sentía que Facu (Campazzo) y Nico (Laprovíttola) estaban muy bien como para jugar en esa posición, iba Manu (Ginóbili) y eso daba tranquilidad, Carlos (Delfino) estaba con muchas chances de ir... Sentía que el equipo no me necesitaba como en torneos anteriores. Puse ese conjunto de cosas sobre la mesa y sentí que era lo correcto. No me arrepentí y disfruté ver a los chicos jugando.

-Si bien es esperable por la edad, haber visto el adiós de Manu Chapu Nocioni de la Selección indica que todo se termina. ¿Cómo evaluarlo?

-Es algo natural que se tiene que ir dando. Con la edad no se puede hacer nada. Es la lógica. Cada uno tiene que tomar la decisión cuando la siente. Yo sentí que mi participación se había acabado en España. Ellos, en Río. Percibía que podía ser su último torneo. No me sorprendió. Los comprendo. Hay que respetar los tiempos de cada uno porque son decisiones difíciles. A los jugadores que dieron tanto, hay que dejarlos retirarse en paz. Así me fui yo.

-¿Entendés la postura del hincha que quisiera que jugaran por siempre, más allá de que si no hubieran parado en algún torneo, se habrían roto antes de tiempo?

-Es entendible el sentimiento del aficionado y te halaga. Todos nos hicimos mayores compitiendo en ligas muy exigentes, con mucha responsabilidad y haciendo un gran desgaste. Es como vos decís. Hay que plantearse: “Paro o me rompo”. O saber que si hubiera jugado siempre con la Selección, quizás habría estado cuatro meses pintado en mi equipo. Había que usar la cabeza. Si fuera por el corazón, hubiéramos jugado todos los torneos, todos los años. Es más, pudimos jugar hasta tan mayores en la Selección por haber sido inteligentes. Siempre nos tiraba el corazón, pero tomamos las decisiones adecuadas.

Difícil encontrar un argentino que no se haya contagiado de lo propuesto por la Generación Dorada. Nombres al margen, hubo un seleccionado que posicionó al básquetbol nacional en lo más alto durante los últimos 15 años. Pablo Prigioni fue un integrante clave del equipo de todos y analiza lo que sintió al formar parte de una cofradía que trascendió el deporte.

“A la hora de hablar de la Selección, no hay que quedarse con una medalla colgada o no. El espíritu es lo que ha sido increíble -sintetiza el cordobés-. Cada uno dejó siempre el protagonismo personal en beneficio del equipo. Todos sabían el rol que debían ocupar y lo hacían sin importar nada. Haber mantenido durante 15 años a la Selección en los primeros puestos del ránking mundial tiene un mérito brutal. La química que mostró el equipo, el espíritu competitivo, no venirse abajo más allá de las ausencias, no poner excusas, ir a buscar el máximo en cada torneo...

-¿Ese legado y esa identidad trascienden los resultados obtenidos?

-El espectador argentino se identificó con el espíritu y la transparencia que mostramos. Nos apoyaron y lo disfrutaron en el país y en cada torneo internacional que jugamos. Para nosotros, jugar en la Selección implicaba hacer el sacrificio de estar dos meses sin ver a nuestras familias. No jugamos por dinero. Nunca fue la plata el motivo. Nada en el mundo te brinda esa sensación de jugar con amigos de siempre.

-Si bien debutaste en la Mayor en 2003 y jugaste el Mundial de Japón 2006, ¿fue en el Preolímpico de Las Vegas cuando sentiste que era “tu” Selección”?

-Sí, en 2007. Cuando Pepe (Sánchéz) se va, siento que el espacio en esa posición era para mí. Con esa mayor responsabilidad, me relajé y salió mi mejor baloncesto en la Selección. Me sentí cómodo y el “dueño” del equipo. Habiendo jugado varios años junto a Luis (Scola), nos conocíamos de memoria y pudimos explotar esa conexión.

-¿El bronce olímpico en Beijing 2008 fue la cumbre?

-Fue sentir la felicidad pura, algo difícil de igualar. Cuando llegás a unos Juegos Olímpicos y entrás en la Villa tan excitado por el ambiente y por lo que contagia que tantos deportistas estén ilusionados por competir y por llevarse una medalla, se genera un clima único. Es algo increíble llegar hasta el último día y encima ganar una medalla. Hay deportistas que al segundo día compiten y se marchan. Nosotros vivimos dos semanas en la Villa y nos fuimos a casa con la felicidad increíble de ganar el bronce. Fueron quince días soñados.

-Cuatro años después, viviste la contracara, no sólo por perder el partido por el bronce sino por los cólicos renales...

-No disfruté Londres 2012. Llegué con la excitación de haber firmado con los Knicks y me sentía rejuvenecido. Pero después de ganarle a Lituania en el debut, sufrí cólicos en el riñón derecho, me dieron morfina un día y eso me mató. Me sentía tan mal y me había enfadado tanto que me planteé irme a mi casa. ¿Cómo me podía pasar eso en medio de unos Juegos Olímpicos? ¿Qué hice mal? ¿Por qué no me pasaba quince días después? No lo podía entender. Cuando me sentí mejor, competí de nuevo pero estaba muy tocado. Terminé sólo porque eran los Juegos Olímpicos. Y decidí que jugaría otro torneo sí o sí. Por eso jugué el Mundial de España 2014.

Y luego dijo adiós.

Fuente: Clarín