Cultura - Novedad discográfica

Lunes 25 de Julio de 2016 - 10:08 hs

Octafonic juega con los límites de la locura y la psicosis urbana

El octeto se arriesga nuevamente y gana en su notable segundo disco “Mini buda”.

Actualizado: Lunes 25 de Julio de 2016 - 10:10 hs

El combo Octafonic supera los pronósticos que había abierto su primer CD "Monster" con "Mini Buda" su segundo disco, en el que vuelve a estirar los límites mezclando rock, metal, electrónica, industrial, funky y jazz en una delirante y frenética coctelera.
El grupo lo encabeza Nicolás Sorín en teclados y voces, Cirilo Fernández en bajo y contrabajo, Francisco Huici en saxo barítono, Leo Paganini en saxo tenor, Juan Manuel Alfaro en saxo alto y clarinete, Hernán Rupolo en guitarra eléctrica, Mariano Bonadío en teclados, sintetizadores y megáfono y Ezequiel Piazza en batería.


El disco inicia con un piano casi progresiva pero sobre las teclas la banda va montando su deformidad con un groove excelente y con momentos en que los sintetizadores dejan los ruidos y le pasan la posta al bajo y a la batería y a un teclado que arma cierta melodía, y sobre el final la canción va tomando formas más rockeras.


“Mini Buda” es pura violencia desde el inicio con los teclados peleando la distorsión con las guitarras de Rupolo con momentos que van de Nine Inch Nails a The Prodigy, una electrónica casi hooligan que invita al desmadre al pogo, con ciertos momentos en que los sintetizadores traen aires marroquíes. Una canción que podría musicalizar las imágenes de una rebelión popular contra un gobierno dictatorial, con la muchedumbre yendo y yendo contra policías y tanques hasta quebrarlos.


“TV” va de Thomas Dolby hasta cosas más new wave, con buena melodía, las voces menos procesadas y un estribillo más épico. “God” se inicia con las voces recitando psicóticas, hasta que se suman los bronces con arreglos bien graves, pesadas, llevando el riff de la canción y pujando con la guitarra. La canción tiene cortes con los teclados que suenan muy progresivos pero la batería, el bajo, la guitarra y los bronces le dan un aire bien power a la canción que luego va girando hacía un funky totalmente deforme.
“Sativa” tiene un comienzo eléctrico bien house, hasta que Piazza mete su batería, Cirilo su bajo y arman un groove funky notable, los bronces se meten de lleno y la canción se va, como le gusta a George Clinton, al espacio y es un funky marciano para bailar toda la noche.


“What” cuenta con la participación en voces de Tito Fuentes de Molotov y de Melchor Magaña y es un funky metal-progresivo con un gran trabajo de la percusión sintetizada, los bronces, la base y las guitarras que le dan un ritmo que invita la pogo, con un intermedio hablado que solo baja un cambio para darle aire al cierre demencial que tiene la canción.
A “That’s ok”, Sorín la comienza solo en una noche sintiéndose romántico y jugando a Tom Waits, hasta que en la segunda estrofa entra la banda con lindos arreglos de bronce y le dan aires pop a la canción, aunque el pop siempre sea con la lectura deforme que Octafonic hace de él.


“Nana Nana” es un ritmo caribeño bailable deformado por las maquinas, los sintetizadores. Es como si Nat King Cole hubiera desayunado en acido para escribir la “Banana Boat Song” y los Otacofnic la pasan por la bossa, el calipso y el funky deforme e inclusive un tramo de jazz de los 30 y los 40 casi acústico para cerrar la canción.


El notable segundo disco cierra con la poderosa “Slow down” en la que Octafonic corren enloquecido por un tendido ferroviario sin final, con muchas curvas, dándole un viaje de primer al oyente. Pura aventura.
 

Fuente: Telam