Cultura - Música

Lunes 30 de Mayo de 2016 - 16:40 hs

Los Fabulosos Cadillacs ahora son más familia que antes

La banda presentó su actual formación con las destacadas participaciones de Florián y Ástor, hijos de Vicentico y Sr. Flavio

Desde su regreso tras casi una década de inactividad, Los Fabulosos Cadillacs se volvieron un ente impredecible. La lógica indescifrable de su operativo retorno hizo que fuera tan válido regresar como volverse a llamar a silencio sin sobresaltos, con períodos de agendas desbordadas alternados con reapariciones con cuentagotas. Es esa misma lógica la que empujó el anuncio de una nueva ronda, esta vez con su primer disco de estudio en diecisiete años, que además es una ópera rock con un hilo narrativo que demanda atención. Pero La salvación de Solo y Juan significó una cosa más: la reformulación de la banda y su sonido, a través de la incorporación de dos piezas clave en un engranaje.

Florián Fernández Capello y Ástor Cianciarulo, hijos de Vicentico y Flavio, respectivamente, aportan bastante más que sangre joven a los Cadillacs modelo 2016. Mientras el primero ocupó el rol de guitarrista de la banda, el otro acompañó y reemplazó a su propio padre en el bajo, cuando no estuvo sentado tras los parches midiéndose con el baterista Fernando Ricciardi. La inyección de vitalidad aportada por ambos es la que permite dar comienzo a la noche con el flamante "Averno, el fantasma", un dub oscuro plagado de falsetes, para luego pasar a clásicos como "El genio del dub" y "Demasiada presión" sin que sea necesario andar comparando pasado con presente.

Lejos del costado de crooner todoterreno de su carrera solista, Vicentico se permitió en el Luna Park retomar el contacto con el costado más eufórico de su yo escénico. Sin decir palabra en la primera hora y media de la noche, el cantante se encargó de ser el arengador principal de la jornada, micrófono en mano o sin él. Al lado de él, Flavio se encargó de construir su personaje a partir de la interacción con su propio instrumento, como en las bases plagadas de slap en "Carmela" y "El satánico Dr. Cadillac", el ensamble entre el Himno Nacional Argentino y "Post Crucifixión" del final de "Matador" y los disparos que simuló realizar desde el diapasón de su bajo Fender en "Mal bicho".

Con su disco más reciente disponible sólo 24 horas antes de su regreso a los escenarios, su show en el Luna Park tuvo sólo algunas pequeñas muestras de su contenido, primero con la proyección de cuatro videos de canciones del disco y después con un segmento dedicado a uno de los actos del álbum. Casi sin solución de continuidad, "Navidad" (Con Vicentico en teclados), "No era para vos" y "La tormenta" generaron un clima de expansión sonora y mental, entre el Zeppelin más psicodélico y los The Who más maduros y calculadores. Un gesto dominado por la adolescencia por partida doble: por la evocación que los propios Vicentico y Flavio hicieron de la vida privada de sus adolescencias, pero también por la presencia de sus propios hijos en roles cruciales.

Con la presentación oficial de su nuevo disco postergada para un futuro cercano, lo que siguió en el Luna Park fue una celebración de treinta años de catálogo, con varios hits a esta altura irreprochables ("Estoy harto de verte con otros", "Siguiendo la luna"), con complacencias al público más incondicional ("Destino de paria", "Sábato", "Saco azul"). En el medio, incursiones de estilos que van del ska al jazz, del hardcore a la salsa y del reggae al punk, una búsqueda que se percibe en los saltos de "Piazzolla" y "Carmela", pero que se manifiesta con mayor claridad en el bloque final. Pensado como un best of dentro de otro, "Calaveras y diablitos", "Vos sabés" (con un pequeño homenaje a The Who), "Vasos vacíos" y "Matador" se sucedieron en el segmento final como una estocada tras otra. Como broche, una versión improvisada de "Yo no me sentaría en tu mesa", con familiares, acérrimos y asistentes copando el escenario, hecho que confirmó que el espíritu colectivo está más presente que nunca en la encarnación 2016 de Los Fabulosos Cadillacs. Al menos, hasta la próxima reinvención.

Fuente: La Nación