El legado de la Locomotora sigue latiendo en Barrio Alfonso
Mientras Alejandra Oliveras pelea por su vida, su gimnasio en Santa Fe sigue siendo un refugio para jóvenes que sueñan con cambiar su destino. Te invitamos a conocer la historia del lugar, contada por su actual dueño, Saúl Cicurella, quien mantiene su espíritu social.
En una esquina de Barrio Alfonso, sobre Roque Sáenz Peña 1753, se mantiene en pie un proyecto que nació con un objetivo claro: alejar a los chicos de la calle y acercarlos al deporte. Fue fundado por Alejandra “Locomotora” Oliveras, la campeona mundial de boxeo, y aunque ella ya no está al frente, el lugar sigue vivo gracias al compromiso de Saúl Cicurella, su actual encargado.
Durante un móvil de LT10, Valentín González recorrió el gimnasio y conversó con Cicurella, quien relató la historia del espacio. “El gimnasio lo forma la Locomotora, donde entrenó para sus últimos cinturones, y después lo mantuvo en un tilde social para la gente, los chicos del barrio, que puedan tener un lugar donde encontrarse y estar a través del deporte, fuera de las calles”, explicó.
El espacio fue cerrado en varias oportunidades, pero en febrero de este año volvió a abrir sus puertas. Aunque la estructura cambió y se modernizó, mantiene el espíritu original. “Hoy ya no tiene el mismo tilde de ese momento, pero mantenemos la esencia de cuotas baratas para sustentar los gastos fijos y que el lugar se pueda mantener”, señaló Cicurella.
Actualmente, el gimnasio ofrece boxeo como actividad central, pero también se dictan clases de artes marciales (como Sipalki Do, King Boxing y MMA) y entrenamiento funcional para personas de todas las edades. Hay alrededor de 30 chicos que asisten regularmente, y algunos ya ven en Alejandra un modelo a seguir. “El lugar es conocido más que por el nombre que le pusimos ahora, como el gimnasio de la Locomotora. Es un punto de referencia para la zona”, contó.
Cicurella no escatima palabras de agradecimiento hacia la fundadora. “Gracias a su solidaridad notoria, nos dejó implementos que ella tenía cuando abrió. Eso nos sirvió como base y fuimos mejorando el piso, pintando, agregando barras y acondicionándolo para trabajar de la mejor manera”, destacó.
El impacto va más allá del deporte. Para muchos, este gimnasio es un refugio, un espacio de contención emocional y de esperanza. “Más que gimnasio, es como un club social, un lugar donde los chicos hacen un refugio de los sueños”, dijo con emoción. Y agregó: “Acá el sueño es llegar y ser campeón, implica torcerle el trapo al destino, salir de donde están”.
La historia de la Locomotora sigue viva en el barrio, no solo en los recuerdos, sino en el presente concreto de un espacio donde se entrena, se aprende, se sueña y se contiene. “Ella es un referente deportivo y humano. De dónde salió y lo que logró. Por eso creo que nos ha tocado a todos los que hacemos esto, de alguna manera”, cerró Cicurella.
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