LT10

Miércoles 01 de Julio de 2015 - 17:03 hs

Brecha nutricional, el enemigo oculto de la buena alimentación

No se trata de una enfermedad en sí misma sino de la etapa previa a padecer un trastorno por carencia de nutrientes o energía. Qué debe comer un niño en cada fase de su desarrollo y la importancia de los dos primeros años de vida.

Suele decirse que la alimentación durante los primeros mil días de vida de un bebé (desde la concepción hasta los dos años) es determinante para su futuro, ya que una base sólida en esta etapa favorecerá su desarrollo saludable. Es que desde el nacimiento hasta los dos años los niños experimentan un crecimiento y desarrollo acelerado inigualable, el más importante de su vida: aumenta su peso hasta un 250% y un 50% su altura. Además, su cerebro aumenta de tamaño hasta tres veces.

Existe una estrecha relación entre nutrición y salud. Algunas enfermedades que pueden desarrollarse en la vida adulta, como la diabetes, la obesidad y las enfermedades del corazón no son sólo resultado de un estilo de vida sino que pueden estar directamente relacionadas con la nutrición materno infantil, lo que significa que puede hacerse una diferencia desde el inicio.

Este desarrollo físico, mental e inmunológico que experimentan de bebés debe ir acompañado de una nutrición adecuada para este período, en el que existe el mayor riesgo de que se desarrolle lo que los especialistas llaman "brecha nutricional". Suele tratarse de un riesgo asociado a casos en los que los bebés se alimentan con la cantidad y frecuencia adecuada, pero sin la densidad de nutrientes necesarios para el nivel de crecimiento y desarrollo que experimentan.

¿Qué es la brecha nutricional?

A diferencia de la desnutrición, la brecha nutricional no es una enfermedad ya que no puede percibirse y tampoco genera síntomas. Siempre es "silenciosa", es la etapa previa a una enfermedad por carencia de uno o más nutrientes o de energía. Es considerada una ventana de riesgo; pero si esta brecha se llena y el niño no desarrolla síntomas de carencia; es totalmente reversible y no deja secuelas.

A partir de los 6 meses de vida el aporte nutricional proveniente en forma exclusiva de la leche materna ya no resulta suficiente por los altos requerimientos de un bebé en esa etapa; es por esto que comienzan a introducirse alimentos complementarios. Entre el momento en el cual se reciben todos los nutrientes necesarios a través de la leche materna y el momento en el que se incorporan también por medio de diversos alimentos sólidos y semisólidos puede producirse la brecha nutricional si estos alimentos no tienen la densidad nutricional adecuada por porción.

El crecimiento extraordinario de los bebés a partir de los 6 meses debe ser impulsado por un consumo alto de nutrientes. Esto no siempre es fácil de lograr, debido a su limitada capacidad gástrica. En esta etapa de la vida, los niños tienen una vulnerabilidad máxima frente a la malnutrición y sus efectos adversos asociados a la salud y al crecimiento. Por día, el consumo de energía que requieren proviene en un 75% a través de la leche materna y en un 25 % a través de alimentos complementarios semisólidos. Sin embargo, estos alimentos son los responsables de aportar casi la totalidad de algunos nutrientes claves que los niños necesitan diariamente: desde los 6 y hasta los 8 meses de vida, el 98% del hierro, el 72% de zinc y el 27% de calcio, deben provenir de la alimentación complementaria.

Por lo tanto, es esencial la ingesta de alimentos de alta densidad nutricional, es decir, alimentos que sean apropiados para la edad y contengan un adecuado contenido por porción no sólo de energía sino también de vitaminas y minerales cuyo objetivo será complementar los aportes de leche materna: carnes, verduras, frutas y alimentos elaborados especialmente para niños como los cereales infantiles fortificados. Estos últimos aportan la mitad del hierro que los niños necesitan por día para favorecer su normal desarrollo intelectual, el 58% del calcio necesario para su crecimiento y el 98% del zinc para colaborar con el mantenimiento de su sistema inmune. Se debe mantener una alimentación equilibrada, e incorporar alimentos variados de todos los grupos (frutas y verduras, carnes, cereales y aceites).


La importancia de los nutrientes


Si bien todos los nutrientes deben ser ingeridos en las cantidades adecuadas, algunos son más críticos por su baja absorción en el organismo o las consecuencias que trae su deficiencia:

-La deficiencia de hierro como causa de anemia es la más significativa a nivel mundial (en Latinoamérica representa el 57% de los casos), y en esta etapa se traduce en un menor desarrollo del cerebro. Si la carencia es crónica, entonces habrá menor desarrollo cognitivo, desconcentración y bajo rendimiento escolar. A nivel global, la anemia afecta a 4 de cada 10 chicos en edad preescolar (243 millones).

-Cuando hay deficiencia de zinc, los niños tienen un crecimiento más lento que lo normal y pueden tener diarreas frecuentes. En el mundo, 2 de cada 10 personas están en riesgo de una ingesta inadecuada de zinc.

-La falta de vitamina A, por su parte, se asocia a ceguera y a un pobre desarrollo inmunológico. A nivel mundial, 250 millones de chicos en edad pre-escolar (3 de cada 10) sufren la deficiencia de esta vitamina.

-La deficiencia de estos tres nutrientes puede darse en simultáneo cuando la alimentación complementaria no tiene la correcta densidad nutricional. En resumen, esto puede reflejarse en menor desarrollo físico y mental, menor rendimiento académico y laboral en la vida adulta.

Además, existen otros nutrientes indispensables: la vitamina C que favorece la absorción del hierro; las vitaminas del complejo B que ayudan al desarrollo mental; y los ácidos grasos esenciales que son indispensables para el correcto desarrollo del cerebro y el sistema nervioso.

En nuestro país, la anemia por deficiencia de hierro afecta a un 30% de niños menores de 2 años. La deficiencia de otros nutrientes afecta al 20% de los niños, siendo el - calcio, vitamina A, C, B, fibras y ácidos grasos omega 3 los de mayor carencia.

¿Cómo puede prevenirse la brecha nutricional?

Las necesidades nutricionales de los bebés son mucho más altas que las de los adultos, ya que necesitan incorporar de 4 a 5 veces más hierro, yodo, zinc y vitamina A. La mejor forma de asegurar una adecuada nutrición es una alimentación equilibrada y variada, que incluya carnes, huevo, frutas, verduras, aceites y cereales todos los días. Las papillas deben contener una adecuada densidad energética y buena calidad de proteínas, así como un aporte equilibrado de micronutrientes.

Pero para que el bebé coma todos estos alimentos, es imprescindible formar hábitos alimenticios desde la primera etapa de vida; su desarrollo depende en gran parte de los hábitos de alimentación adquiridos durante el primer año de vida.

Alimentación por etapas


Durante los primeros seis meses de vida la lactancia materna exclusiva es la mejor alimentación para el bebé, e idealmente debe continuar de forma parcial hasta los dos años de edad. Además de brindarle todos los nutrientes necesarios, se digiere más fácilmente que cualquier otro alimento y está siempre a la temperatura adecuada. También posee anticuerpos que protegen al bebé de las enfermedades más comunes de la etapa.

Asimismo, los niños que se alimentan con leche materna suelen tener menor riesgo de desarrollar alergias y como beneficio emocional, se conectan más fuertemente con la mamá.

Desde los 6 y hasta los 8 meses es necesario ir agregando de a poco otros alimentos. Es fundamental no retrasar la inclusión de las carnes, que son esenciales por su aporte de hierro y proteínas, y diversas frutas, como manzana, durazno, damasco, banana o pera.

A partir de los 8 meses, el bebé ya come de 2 a 3 comidas al día. En esta etapa debe incluirse de manera progresiva en su alimentación el resto de las verduras cocidas, pescado, huevo bien cocido, papillas de legumbres cocidas, pisadas y sin piel (lentejas, porotos, etc.), y pastas como ñoquis y ravioles. Además se debe continuar progresando en la degustación de nuevas frutas.

Algunos bebés suelen rechazar los sabores nuevos. Esto es normal y por eso es importante ofrecerles los mismos alimentos varias veces hasta lograr su aceptación.

Pescados como el atún fresco también deben aparecer en el menú semanal del niño, por su aporte de ácidos grasos como el Omega 3, ya que son fundamentales para su desarrollo intelectual y el de su sistema de defensas.

Mantener una alimentación saludable y equilibrada incorporando todos estos alimentos le brindará al niño los nutrientes necesarios para que pueda expresar su potencial. Es importante tener en cuenta que durante el primer año de vida el bebé establecerá la base sobre la cual construirá su futuro y fortalecerá sus triunfos intelectuales, emocionales y físicos.