LT10 - Columna de opinión

Viernes 31 de Octubre de 2014 - 18:20 hs

"Maradona, ese que amamos odiar y odiamos amar"

El fútbol, lo sabemos todos, es mucho más que un deporte en nuestro país. En un sentido estricto, el fútbol es un universo que condensa y sublima las necesidades, condiciones y sueños de buena parte de nuestra población. En un sentido, si se quiere poético, es una religión, un fenómeno de adoración y embelesamiento global.

Pasó ayer un nuevo cumpleaños de ese apocalíptico hombre austral, que vino a salvar el fútbol de las fauces del aburrimiento. Que le dio sentido a nuestra pasión más popular. La historia del fútbol mundial le va a guardar por siempre un sitio privilegiado a un tipo que tuvo tanto amor por el fútbol como por el triunfo.

Llegó a 54 el “Pelusa”. Aquel que solía levitar sobre la grama. El que en un simple partido de fútbol encontraba siempre primero la clave de la bóveda- El timonel de la nave en México 86, el que siempre se mantuvo firme en el castillo de proa cuando arreciaba la tempestad en Italia 90. El que se cargó una pesada cruz cuando los "tifosis" osaron insultar nuestro himno. El jugador al que apelamos para salvar el “pellejo” de varios en la reválida del Mundial 94. Ese que lloró con pureza infantil y el gesto demolido luego del doping positivo en EEUU. Aquel que se cayó y se levantó porque en eso consiste el fútbol y su vida. De la misma manera que acertó y se equivocó tantas veces… pero quién es capaz de levantar el dedo índice acusador sin mirarse primero uno mismo.

El hombre que le dio sentido a la pelota. El que ha sido artífice de la ejecución más contundente e inapelable de la historia con los colores celeste y blanco. El que sostuvo la marca “Argentina” por años en todo el mundo. Aquel abanderado en la década dorada. El del nombre propio por encima del éxito colectivo

Diego Armando Maradona. Ese que los argentinos amamos odiar y odiamos amar, porque así somos con nuestros ídolos y definitivamente así nos gusta. El que nos regaló una de esas sensaciones que ocurren muy de vez en cuando, en ocasiones especiales y momentos puntuales, y que por eso se transforman en memorables, en leyenda. El del inigualable y perpetuo gol a los ingleses. El de la copa en alto fuera de casa para la más genuina explosión del alma. Cuando sedimenta un estremecimiento como el que provocó aquel Mundial, aquella consagración en el “Azteca”, nada ni nadie podrá opacar su bello arte, nunca jamás. Ni él mismo, construyendo ese escandaloso personaje mediático podrá atenuar tanto brillo con los pantalones cortos y la camiseta número “10” tatuada entre pulmón y pulmón. “Diegol”, como la bautizó Victor Hugo después de la jugada de todos los tiempos. El que celebraba cada conquista en la Selección como si el fútbol hubiera nacido ayer y fuera a morir mañana.

El Diego de la gente. El de la multitudinaria, fervorosa y emotiva despedida que le tributó un agradecido pueblo futbolero en la Bombonera. Fue el día que asumió con hidalguía y vergüenza sus tropelías, pero dejando en claro que “la pelota no se mancha”, para liberar el camino a los Messi, Agüero y cia, quienes siguieron su huella en el verde cesped.

No hay una herramienta absoluta para medir el talento, pero Maradona fue sinónimo de belleza con la número cinco en los pies. Cabeza arriba, visión de 180 grados, un guante en el botín zurdo, la gambeta precisa, la pegada prodigiosa. Caño, rabona, taco y sobrero. Su criterio, además incluía colocación, recepción, pase, perfil y panorama. Diego se nos metió por la piel y por los ojos. Nos ha entrado algo de lo cual nunca vamos a lograr desprendernos jamás, aquellos hombres sensibles apasionados por el balompié lo sabremos siempre, aunque reneguemos de sus ataques de poder, sus vacilaciones y su desmesurada verborragia. Diego generó en una cancha lo que pocos. Admiración, orgullo, asombro, éxtasis, pertenencia, jactancia y emoción. Agotó las palabras, pero al mismo tiempo dio cada vez más motivos para escribir sobre sus hazañas.

Las verdades absolutas suelen ser traicioneras y más en un mundo tan relativo como el del fútbol, pero el “10” fue un manantial de agua fresca en medio del desierto y eso nadie lo podrá negar. Fue el héroe de la redonda. Todos lo amaron y todos lo cuidaron, pero no podía fallar, no tenía derecho a equivocarse, porque fue de los pocos que tuvo acceso a la gloria. Llegó a la cima, toco el cielo con su pasmoso botín zurdo, y al final de la historia, su caída pues fue una inevitable desdicha. Entiendo que sus barreras de censura deberían operar para que su incontinencia oral quede de lado y la templanza gane el otro partido. Pero dejaría al mismo tiempo de ser Maradona, aunque sigo confiando que en la medida en que cambie un poco, escuche y consulte, la felicidad a futuro puede ser todavía más grande para él y para la gente que lo quiere y respeta… porque si bien, por su temperamento vehemente y sus actos privados cuestionables y rechazables, la pelota pueda seguir inmaculada, sus arrebatos públicos demuestran que la tranquilidad y la educación, definitivamente sí se manchan y salpican a su familia.

Este humilde admirador del mejor futbolista que vi en una cancha, prefiere solo disfrutar del inigualable muchacho prodigio de la pelota y parafraseando a una cita "borgiana", aceptar que ante el mejor jugador del planeta "huelgan las palabras".

Desde hace un tiempo recibo sugerencias y hasta provocaciones de amigos y lectores para que opine en un artículo sobre Messi y Maradona. Las antinomias marcaron a fuego la lógica de construcción de nuestra identidad. Están presentes siempre, son un elemento distintivo de la argentinidad. Las cosmovisiones enfrentadas explican, en buena medida, el devenir histórico de nuestro país, incluso en el fútbol. Me parece llevar a un escenario ridículo en este aspecto a Messi y Maradona. Nos son contrapuntos. Son dos brillantes exponentes de nuestra pasión más popular.

Haciendo esta salvedad, no escapo un milímetro a la propuesta. Me prendo en este juego, en la esgrima de dos colosos y tomo partido alentando un humilde desafío. Nunca antinomia. Entre Diego y Lionel hay más de 20 años de distancia y la evolución lógica del fútbol. Como muchos de uds vi jugar a ambos y por intermedio de la presente expreso que:

Messi la escarapela, Maradona la bandera
Lionel es póster central, Diego un cuadro de Quinquela
Messi es música, Maradona el himno
Messi es el mejor del mundo, Diego el mejor de toda la historia
Messi es prosa, Maradona poesía
Lionel es La Masía, Diego los cebollitas
Messi es un gol memorable al Getafe, Maradona es la misma genialidad ante Inglaterra en un Mundial
Messi es magia, Diego fantasía, ilusión
Lionel es Newells, Maradona Boca
Messi es Brasil 2014, Diego Mexico 86
Messi es sustantivo, Maradona adjetivo

En definitivas, si Maradona es D10S, Messi es su gran discípulo