LT10 - Columna de opinión

Martes 30 de Septiembre de 2014 - 00:34 hs

"Que el personaje no se devore al entrenador", por G. Mazzi

 El motor de este Colón de Osella es el deseo innegociable de ganar siempre. Hay tanto en juego cuando rueda la pelota que no hay lugar para la paciencia y el disfrute. Es tan cruel, tan insano y tan despiadado este objetivo con aspecto de animal con dientes afilados al que se expone con docilidad y que llamamos “ascenso”, que siempre habrá una excusa para la crítica y el lamento. Aún en la victoria, que seguramente debió ser más amplia, más clara, mejor.

El DT tiene la palabra fácil como catarsis y suele condicionarse con alguna adjetivación de más. En la rueda de prensa luego de la dolorosa derrota ante San Martín se condicionó sin necesidad. Se valora que dé la cara en las malas, pero debe ser con cierto temple para no quedar prisionero de su propio discurso. Nadie duda que caló hondo el traspié, pero exageró la dimensión que él mismo le dio a la caída. Si en el triunfo sobrevuelan las dudas en el barrio Centenario, imagínense en la derrota.

Sería un error a esta altura subestimar al DT y por ende a Colón. Nadie podrá negarle posibilidades de seguir progresando a su modo: a los tumbos, con pasajes esporádicos de buen juego, con muchos momentos de desorientación, con rendimientos individuales muy desparejos, con la genialidad del día. Está claro que el técnico rojinegro no negocia ese elemento intangible y tan mencionado en el fútbol que es la actitud. Eso distingue a este equipo que se presenta utilitario, y que por ahora, tiene más resultados que juego. El Nacional B está interesante, pero no asusta. Sí obliga a andar con los ojos bien abiertos. Imposible no pensar que con estos jugadores se puede seguir ganando, aunque el equipo no se acostumbre a jugar tan bien como muchos exigen, aferrados a viejas teorías impropias del balompié de la segunda categoría del fútbol argentino donde está todo tan parejo. Para muestra está el cotizado Argentinos Jrs de Borghi y Riquelme, o el “afianzado” Huracán de Kudelka… y tantos más.

El Colón de Osella domina la cadencia del partido mejor que a sus rivales, y resuelve en una jugada, sin necesidad de apropiarse del trámite. Es cierto que esta forma exaspera a más de uno, y que alguna vez costó demasiado caro, pero también es real que así obtuvo buenos dividendos. Este es el sello del estratega. De a poco muchos se fueron acostumbrando a este papel de cazador, expectante del instante preciso donde saltar sobre la presa. ¿Alguien esperaba otra cosa? Entonces no entendieron nunca lo que puede ofrecer este conductor.

El personaje mediático que construye con la verba exagerada se puede devorar al entrenador incansable que trabaja todo el tiempo con la pelota. Sus barreras de censura deben operar para que su incontinencia oral quede de lado y la templanza gane el otro partido. En la medida en que cambie ciertas actitudes, escuche y consulte, la felicidad a futuro puede ser todavía más grande para él y para la gente. Esa a la que se acerca dedicando la victoria al pueblo sabalero, a quien le promete el mayor sacrificio para devolverlos al lugar de donde no debió salir; pero de la que se aleja al escucharlo tan desbordado después de una derrota como ante los sanjuaninos, cuando amenaza con abandonar la “cruzada” por culpa de un resultado “¿saca técnicos?”.

La obra es compleja, los tiempos apremian y el presente es siempre crítico si se trata de analizar a un grande jugando en la “B”. El desenlace del torneo, está claro que despertará incertidumbre al por mayor. Incluso y adaptándose a una realidad que no da como para andar gastando a cuenta, Osella tiene el respaldo que le otorgan los números de una campaña que avalan su trabajo. A esta altura no le pidan que cambie su estrategia en plena contienda. Como fuere, "existe siempre una razón escondida en cada gesto. Del derecho y del revés -escribió Joan Manuel Serrat-, uno siempre es lo que es…", y esto que se ve desde hace 31 partidos en Santa Fe, es Diego Osella ®. Ojalá que el personaje no se devore al entrenador.