LT10 - Opinión

Martes 29 de Abril de 2014 - 16:36 hs

"LA HERENCIA DE DON CARLOS" por Gustavo Mazzi

Colón está con la ñata contra el vidrio expectante del desenlace de la temporada, sin poder disfrutar de las mieles de ilusionarse con el postergado título, porque entre las campañas y la desidia de la dirigencia anterior, y la quita de puntos por deudas económicas, le ataron la soga del promedio al cuello y todavía no se la pudo sacar. A fuerza de triunfos trascendentes su ambición aumentó en este certamen y sus expectativas se elevan hoy hasta lo impredecible. Los Sabaleros son fundamentalistas del papel de reparto, aguardan agazapados y sonríen cuando algunos se olvidan de nombrarlos dentro de la pelea por el campeonato. Saber para qué está Colón? a esta altura es quimérico, como imposible es presagiar el futuro de cada equipo, y hasta de cada partido. ¿Quién será campeón? ¿Quién descenderá?, aún en el corto camino que resta por recorrer, son preguntas sin respuestas hasta en el terreno de las predicciones.

Mientras el Torneo se consume, sigo viendo al abuelo del relato de Fabián en el gol de Graciani contra River. Aquel de… “Colón y Perón un solo corazón”. Ahí anda el viejo Carlos “lagrimeando como un maricón por estos vagos”, como le cuenta a sus amigos. Sí, el abuelo sigue con los ojos “empañados” por el equipo de sus amores. Llorando ahora lágrimas pesadas, viscosas, de esas que abren surcos pegajosos en su camino, las que uno llora cuando está demasiado feliz como para sencillamente sonreír. De las que no se ocultan… las que se muestran orgullosas a su nieto Francisco, a quien le transmitió el “veneno sagrado de ser Raza”. Porque él siente que Colón le pertenece, y como tal, es parte de la herencia que le dejará a su nieto.

Carlos tiene sangre roja y negra y por esas venas “bien colonistas”, corre la calidad de “Cococho”, la pegada de Aniceto, la gambeta de “Villita”, la prestancia de Trossero, la clase “del Edgar”, la jerarquía del “Loco”, los goles del “Pampa” para salir de la sequía de 14 años. Abuelo y nieto se abrazan locamente luego del gol de Alario en Rosario, festejan el triunfo ante Newells y se miran en silencio y con complicidad cuando la tele muestra “las tablas”. Los une la incredulidad, pero también la esperanza. El veterano aprendió a querer estos colores de la mano de “Chiviro”; viendo a Orlando, a Sanitá, los goles del “Mono” Oberti, los que en 1965 pusieron a Santa Fe en Primera. Él, que se vestía de fiesta cada vez que tenía una cita de honor en el “Cementerio de los Elefantes”, tuvo que sufrir y padecer hace pocos meses el desguace de su querido Colón mientras le vendían otra cosa por algunos medios. El, vio a su nieto llorar por la vergüenza de no estar a la hora indicada frente a los rafaelinos. Vio a Francisco derrumbado cuando por LT10 se anunció que FIFA le descontaría 6 puntos por falta de pago a los mexicanos, por el caso Falcón. El mismo Don Carlos, humillado por tanta irresponsabilidad junta, fue capaz de ir a “vengar el absurdo padecimiento”, sacar de las pestañas a los vendedores de ilusiones que habían destruido el equipo, la economía, la institución; amparados en “lo mejor está por venir”. Como los denotados proyectos que fueron el hazme reír de propios y extraños. Basta con recordar aquello del “Barcelona sin Messi”, para que hierva la sangre otra vez.

La decadencia que padeció la entidad movilizó su propia vida interna. Afloró por fin la pertenencia, fuera de la cancha primero y dentro después. Hubo compromiso por parte de su gente, que se movilizó en el peor momento y acompañó a la nueva dirigencia en cada uno de sus pasos. No hay negociados porque importa el club antes que las apetencias personales. Le importa a la CD, al cuerpo técnico y a los jugadores; incapaces de ruborizarse por tirarla a la tribuna o por correr más que la pelota, porque el momento exige sacrificio y no lucimiento. Exige solidaridad en Santa Fe, en la humildad el Barrio Centenario donde están sus raíces, sin necesidad del vedetismo en Puerto Madero, ni la “chapa” en Buenos Aires. Es otra vez Colón en estado puro, ya no contaminado por una considerable invasión de vanidades. El círculo vicioso dio lugar al círculo virtuoso, que todavía debe cerrarse.

Osella es el arquitecto de este proyecto que todavía no se terminó de edificar, por lo que, aun con lo avanzado de la construcción, todavía no tiene el “final de obra”. Es cierto que no cuenta con mucho “material” y que para “rendir” tiene que hacer concesiones estéticas, o debe prescindir de variantes más elaboradas, lo hace, aunque a muchos no nos guste tanto pragmatismo, pero sabemos que la situación abruma y los tiempos se acortan. Su juego es económico en posesión y opulento en sacrificio. El bienestar del que hoy disfruta es, en gran parte, por un funcionamiento al que se aferró para dejar de desconfiar de sí mismo. Ese elemento intangible y tan mencionado en el fútbol que es la actitud, distingue y enaltece la imagen a este equipo de obreros.

El Negro Alejandro Dolina, en sus maravillosas “Crónicas del Ángel Gris”, creó a “Los Refutadores de Leyendas”: incrédulos, negadores, necios personajes abocados pura y exclusivamente a, como su nombre lo indica, refutar las historias que ocurrían en el Barrio de Flores. Osella y sus muchachos lograron lo impensado. Extendieron la “jurisdicción” de los Refutadores no solo al antes mencionado barrio Porteño sino también a Santa Fe y otros lares. “Que se va a caer, que no tiene con qué, que es mezquino, no juega a nada o le falta jerarquía” son algunas de las sentencias de los prevenidos y hasta maliciosos “analistas”. Mientras tanto, lo imposible es cada vez más posible. Para permanecer en la elite, Colón está a un par de “estaciones”. Para hacer cumbre, falta un poco más todavía.

El abuelo Carlos está convencido que se está lejos de otros tiempos mucho más fecundos con la pelota en los pies. Pero este es un mal endémico que ataca a todo el fútbol, y el hombre se escuda con razón argumentando que “hasta el Barcelona con Messi no es lo de antes. Ni hablar River y Boca. ¿Y el Rey de Copas?”, se pregunta con sarcasmo y un poco de melancolía. El recuerdo de lo que alguna vez supo ser su Colón, ya no es hoy un cachetazo aplastante como en diciembre de 2013, ni un viaje nostálgico y lacerante hacia el pasado reciente; porque en Colón hay dignidad, hay presente y por sobre todas las cosas Sres. hay futuro; aunque la vuelta olímpica NO es la única manera de rubricar con éxito un torneo. Por eso después de la epopeya de Rosario, el viejo Don Carlos llora con el pibe mientras se ilusionan... y prepara la bandera “sangre y luto” que guarda como un tesoro desde el 65 “cuando fuimos campeones”, porque el domingo juega Colón… “que es de primera y de primera no se va”, canta feliz Francisco en el patio del abuelo.