Fútbol - Columna de opinón

Jueves 22 de Junio de 2017 - 09:30 hs

"Una conquista soñada", por César Carignano

El Sabalero está cerrando una gran segunda rueda de campeonato, donde consiguió su clasificación para disputar el sexto torneo internacional de su historia. Desde febrero de 2018 volverá a jugar la Copa Sudamericana.

Télam

Soñar no cuesta nada, dicen muchos. Pero para soñar este presente por el Barrio Centenario hace unos meses se precisaba de un sentimiento totalmente descontaminado de raciocinio. Un sentimiento iluso, ingenuo casi. Un sentimiento parecido al que se precisaba en enero de 2014 cuando Osella y su piberío debía nadar en un mar de adversidades indescriptibles, para creer en la salvación…

Y ya que miramos hacia atrás, aprovechemos para entender que desde aquella última participación continental un lustro atrás hasta hoy ha pasado mucho más que tiempo. Se ha sufrido deportivamente como hacía rato no ocurría. Se ha desnudado un personalismo funesto viciado de soberbia, de avaricia, de lujuria y de algún otro pecado capital más, seguramente. Y se ha abandonado -por un rato- el olimpo futbolístico de este país más allá de que esos chicos que aparecieron por necesidad y no por convicción hayan luchado dignamente por remendar hasta el último día una realidad dolorosa.

Una realidad que modificó ciertos paradigmas, que motivó a la patria sabalera a involucrarse en su club y que ayudó a comprender que el acostumbramiento no es buen consejero, porque se precisó no estar para valorar el solo hecho de pertenecer a la elite del fútbol argento.

Las desprolijidades no desaparecieron mágicamente, pero el barco -resultados mediantes- se fue enderezando y algunos aciertos resaltables terminaron confirmando mucho de eso que insinuaban. Montero conformó un plantel que aun con sus grises a cuestas dejó a su partida un buen caudal de puntos. Puntos que ciertamente han sido el mayor logro del uruguayo que se fue como vino… desafiando su propia honestidad profesional.

Y en ese momento de incertidumbre apareció Eduardo Domínguez. Una de las variadas opciones que acercaron a los escritorios de J. J. Paso. Mensaje mesurado, inmutabilidad y perfil bajo fueron las primeras características que pudieron reconocérsele. Y tras él aparecieron Facundo Pereyra y Diego Vera. Apuestas fuertes para potenciar lo propio.

Hoy con el diario del lunes las conclusiones son evidentes. Pero reconocer solamente el enorme resultado que le han dado estos nombres a Colón sería quedarse con la punta del iceberg. Este cierre de temporada tuvo aciertos previos y virtudes que prematuramente mostraron un camino de crecimiento.

Ledesma jugando de volante central, bien de frente a la cancha potenció a su ladero ideal -Poblete- y aportó calma al juego sintiéndose importante y sobretodo, cómodo.

Vera desplegó su amplio repertorio para consolidarse como un delantero que hace goles más que como un goleador, aunque su contribución en la red fue más que interesante. Y a partir de ellos, todos fueron mejores. Broun se engrandeció en la cancha y en el día a día, con un Carranza que le impidió bajar la guardia. Clemente tuvo más del de Boca que del que se había visto por Santa Fe. Conti encontró un compañero de zaga con quien complementarse y el resto fue creciendo y creyendo.

Creer. Ese es el punto. En este deporte creer sin ver es, directamente, imposible. Pero para guiar a la manada apareció un conductor estratégicamente incuestionable. Un conductor que dejó el libreto que adora en la mesita de luz a menos de una hora de dirigir oficialmente a Colón y que empezó desde él mismo a mostrar una humildad que moviliza, adaptándose y adoptando una idea de juego alternativa a su filosofía. Una alternativa más cercana a la que venía mostrando el equipo antes de su llegada. Y el cambio encontró resultados. Resultados que trajeron confianza y que, lejos de dejarse encandilar con las luces de una efímera racha, comenzó a añadirle valor agregado para transformarla en funcionamiento. Un funcionamiento que invariablemente se ha pensado semana a semana, considerando el oponente de turno. Un funcionamiento que prescindió de titulares en algunos momentos, que quitó de la cancha en pleno partido a nombres de peso pero que nunca se resquebrajó colectivamente. Eso se llama conducción y liderazgo. Un liderazgo reconocido por sus futbolistas.

No se puede vivir ganando, pero se puede aprovechar los triunfos para crear condiciones grupales que no se resientan en la derrota. No se precisa ser estético para jugar correctamente, se precisa ser consecuente con la idea y con los atributos que se ostentan. Y no se puede reducir el grupo a doce o trece jugadores, se precisa sumar variantes y sostenerlas motivadas para que cuando se produzcan bajas haya recambio. Por ese lado están las grandes virtudes de Domínguez, en mi opinión.

Colón regresa a América por sexta en su historia, y lo hace con sentido común, con mesura, con capacidad y con un conjunto de individualidades -guiadas desde el banco- que juegan inteligentemente este juego, sabiendo que no siempre ganan los poderosos, que no siempre gana el mejor y que jugando a lo que se sabe puede ganársele a cualquiera.

Soñar no cuesta nada, quizá por ello esta nueva conquista de América más que esperada era soñada. Pero los sueños, esfuerzo mediante, muchas veces se materializan.