Interés General - Huir de ISIS

Sábado 01 de Octubre de 2016 - 13:29 hs

El chico que logró librarse del horror

Con 15 años, Abdul fue golpeado y picaneado por los terroristas del Estado Islámico durante cuatro meses.

Actualizado: Sábado 01 de Octubre de 2016 - 13:31 hs

Abdul vive ahora en España; sus padres, en Turquía. Foto: EFE.

Abdul Haj Taher se libró de la tortura y de una muerte segura cuando escapó de una cárcel de Estado Islámico (EI) en Siria. Entonces de 15 años, había sido secuestrado junto con un grupo de alumnos cuando regresaba de Aleppo a Kobane. Hoy se siente seguro en España, donde vive con parte de su familia.

Con el corazón desbocado, Abdul recuerda que corría por su vida en medio de una ciudad que jamás había pisado antes. Amanecía y con él iban otros 12 chicos de 15 años. El detuvo el grupo: "Debemos separarnos. Llamamos mucho la atención. Si nos atrapan nos matan". Venían de saltar un muro y fugarse de la cárcel para chicos de EI montada en un antiguo colegio de Manbiy, norte de Siria.

En cuatro meses encerrado le quedaron grabados los gritos de los chicos torturados a golpes o con cables de electricidad, las amenazas de los guardias con cinturones explosivos, las duchas frías, la comida escasa, las lecturas del Corán.

"Tenía que huir. No iba quedarme con ellos a matar gente". El adolescente sirio está en una sala del Centro de Estudios Santa Bárbara, el colegio de Madrid donde los profesores lo adoptaron como a un hijo cuando hace un año terminó para él una odisea de ocho meses y 22 días entre pueblos hostiles, fronteras y el mar traicionero. Habla castellano fluido, con una madurez impropia de los 17 años que ahora tiene.

Sus padres están varados en Turquía. "Tienen problemas de salud, si cruzan a Grecia terminan en un campamento", explica. Él acaba de conseguir los papeles de asilado. Vive en Madrid con su hermano Jalil y ansía que España le permita reagrupar a la familia. "El pasado queda en el pasado. Ahora importa el futuro", dice.

Su destino de refugiado empezó de manera violenta una noche de 2014 cuando volvía a casa desde Aleppo, adonde había viajado a rendir un examen con otros 300 estudiantes de su ciudad, Kobane.

"Nos pararon en un puente los de Estado Islámico y nos bajaron del autobús. Me secuestraron y me echaron a la cárcel, en Manbiy", cuenta. A uno de sus profesores lo degollaron en aquel camino.

La "cárcel" era un edificio de dos plantas donde alguna vez funcionó un colegio. "Nos tenían ahí a 148 chicos. Nos vigilaban unos hombres armados. Ahí tenías que rezarle a Dios. Te levantabas a las 5 y te duchabas con agua fría. Pasábamos horas leyendo el Corán. Si no te lo sabías decían que eras un mal musulmán y te pegaban".

Con algunos se ensañaban. Les ataban las manos detrás de la espalda con una soga y tiraban hacia arriba hasta hacerles crujir los brazos. "Usaban la electricidad y pegaban también con los cables como si fuera un látigo". Se detiene. "Éramos niños". Los guardias les mostraban los cinturones explosivos y amagaban apretar el botón.

Abdul diseñó el plan de evasión. Primero se ganó la confianza de uno de los guardias. Una noche le pidió la llave de la habitación, con la excusa de ir al baño, y consiguió dejar la puerta sin trabar. Cuando todos dormían, él y otros 12 chicos escaparon por un baño que daba a un muro exterior. De repente estaban en un pueblo al mando de EI y cuando fuera de día un grupo de 13 adolescentes desconocidos sería presa fácil. Tocaba dividirse. No todos se salvaron.

Lo primero que hizo Abdul fue entrar en una tienda a llamar por teléfono a su madre. "Atendió el móvil. Dije: «Hola». Y ella preguntó: «¿Quién es?» Y yo: «Soy Abdul, tu hijo, ¿creías que había muerto?» El teléfono se le cayó de las manos".

Sabía que su padre tenía un amigo en la frontera con Turquía que podía ayudarlo a salir de Siria. "Les pedí que lo mandaran urgente a buscarme". Pudo cruzar. "Antes era muy fácil. Ahora es imposible porque Turquía está muy mal con mis paisanos kurdos."

Quería llegar a España para vivir con su hermano, pero temía salir a la calle. Se pasó ocho meses en la frontera, pensando que los de EI irían a atraparlo. Al final con su hermana, su cuñado y un sobrino de 7 meses iniciaron la marcha hacia Europa.

"El peor momento de mi vida fue en el mar", cuenta. ¿El peor? "Bueno, uno de los peores. Imagínate: tres horas en un barco con 45 personas que era para 15. Chicos, mujeres. De noche. Si caes al agua se termina todo. Y el problema es que el que conduce no sabe nada. Es uno de nosotros que quiere cruzar y la mafia le ofrece ir gratis. Le enseñan en 10 minutos y le dicen esa luz que ves ahí es la isla de Kos". 

Abdul recuerda a Aylan Kurdi, el niño de 5 años que murió en la costa turca. "Mi padre conocía a la familia". Se le humedecen los ojos. Hace tiempo que no mira Facebook porque le saltan imágenes de Siria arrasada. "No puedo con las fotos de niños. Cuando vi la de Omar, el de la ambulancia, con la cara llena de sangre..." Es la maldita guerra que descubrió de muy chico, en 2011, cuando mataron a su mejor amigo.

El viaje por Europa duró 22 días. A la intemperie. Recita las fronteras que cruzó: Grecia, Macedonia, Serbia, Hungría, Austria y Alemania. Hasta ahí lo fue a buscar en auto su hermano y lo trajo a Madrid.

Aquí vive una vida nueva. Es un estudiante aplicado. Se ilusiona con ser actor. Ahora que tiene papeles, quiere ir a Grecia a ayudar en los campos de refugiados. Y sueña con reunirse con sus padres. "Los llamo siempre y les cuento todo lo que hice en el día." A Siria no imagina volver. "Es muy duro. No sabes lo que hay dentro. Nunca va a ser como antes".

A uno se le hace un nudo en la garganta y le sale decirle que ojalá la guerra termine pronto.

"Ojalá es una palabra muy bonita." Sonríe, por primera vez en un rato: "Ojalá. Ojalá".

Fuente: La Nación