El pequeño, vive con su familia en California. Un día, su tía Lisa Dekowski-Ferranti, que trabaja como voluntaria en un refugio para animales en la localidad, llevó al pequeño Jacob al lugar.
“Jacob es muy tranquilo… camina entre los animales y no se pone a golpear las jaulas ni a gritar. A veces viene con su almohadón y un libro, se sienta a leer y los perros simplemente lo escuchan”, contó Lisa.
De esta curiosa práctica, ambas partes se benefician. De hecho, varios estudios sobre Trastornos del Espectro Autista (TEA), afirman que la interacción con animales puede otorgar un “efecto tapón” contra el estrés social. Y desde el otro lado, los perros se relajan con la lectura y compañía del niño.
“Si leo a los perros van a salir de sus jaulas y encontrar hogares. Tienen que encontrar nuevos hogares porque están solos”, dijo Jacob. Es así como el pequeño pasó a formar parte del grupo llamado “Lectores de rescate”. La intención es ayudar a los animales de los refugios para que puedan ser adoptados.