Fernando Pais - Columnistas

Domingo 02 de Julio de 2017 - 07:47 hs

Fernando Pais

Tiempo. Cronos. Ciclo. Lapso. Duración.

Tiempo… Se nos aparece en todos lados.

            El tiempo, antes, era un tic-tac, tic-tac, que ya poco se escucha porque los relojes están en los celulares. Tiempo, segundo a segundo, minuto a minuto, marca el ritmo cotidiano de nuestras vidas. A qué hora hay que llegar a la escuela a dejar los chicos. A qué hora hay fichar, firmar, poner el pulgar en el bendito lector de huellas (antes te podía fichar un amigo si no llegabas).

            Tiempo, que nos corre por delante, y nosotros lo seguimos como si alguna vez lo pudiéramos alcanzar. Así, corremos, cada día, cada mañana y tarde, al mediodía, hasta cuando reposamos la cabeza en la almohada miramos el despertador y sacamos las cuentas de cuánto nos queda de insomnio y cuánto de dormir sin soñar.

            Tiempo, apurado el de hoy, tiempo que nos parece más lento en la historia del pasado. Por ejemplo, hasta donde sabemos, el primer reloj de la ciudad que marcó minutos y horas fue el Reloj del Cabildo. Ese Cabildo que estaba donde hoy se levanta la Casa de Gobierno. Un reloj que luego de la demolición del Cabildo de Santa Fe se instaló en la torre derecha de la iglesia del Carmen. Allí en Rioja y San Martín. A ese reloj y sus campanadas después se le habrán sumado otros, como el del edificio de la Administración del Puerto, frente al Dique 2.

            Y más cerca en el tiempo. Los relojes que supieron estar en algunas esquinas de la peatonal. Los relojes en los colectivos, que mirábamos, miramos con prisa de llegar y de que vayan más lento, para llegar… a tiempo.

            Tiempo. Hora, minuto, segundo. Segundo. ¡Cuánto importan los segundos!.

Una locura cotidiana de ver pasar los segundos. Ahora también en los semáforos. El segundero de los semáforos. La paranoia de cronos que nos lleva a doblegarnos a la dictadura del segundero. Segundos que faltan y acelero para cruzar antes del amarillo.

O esperar que la cuenta regresiva retroceda en el segundero, avance en el tiempo. 3… (piso el embrague). 2… (pongo primera). 1… (arranco). Y así, cada semáforo con segundero nos propone una nueva largada para correr, como dice la canción, “a ningún lado”.

Dimensión física de lo temporal que adquiere nuestra vida cotidiana en cada semáforo, con la cuenta regresiva…

Tiempo que no para. Que sigue adelante. Tiempo que nunca vuelve atrás, aunque, a veces, parece repetir el pasado.

O peor. Pasado que me roba otra vez el futuro. Como si el tiempo en realidad no importara. Y nunca hubiera un mañana.

Sigue el segundero en el semáforo… 10, 9, 8...

El tiempo no para. 7, 6, 5…

Pasado repetido en el futuro. 4, 3, 2…

Tiempo que había quedado atrás… y me vuelve a robar el futuro…

1… 0…