El camino sigue siendo un trabajo diario
La labor colectiva y mancomunada detrás de una idea será el rumbo que buscará explotar Unión para poder repetir todo lo bueno que hizo en la primera parte de la Superliga.
Finalmente, la caprichosa vuelve a rodar. La caprichosa… probablemente no haya un mejor nombre para definir a la pelota en el ámbito de los equipos que construyen con laboriosidad de artesano su camino.
Quizá aquellos que derrochen talentos naturales encuentren en sus virtudes la presunción inquebrantable en que las cosas se darán si o si, por mandato divino casi y que por ello podrán hacer que la redonda se rinda a sus pies. Pero para el resto de los mortales, la labor colectiva y mancomunada detrás de una idea es el camino más viable para edificar confianza, acercarse a un logro y dominar el incontrolable rumbo del balón.
Esta última descripción es la que representa a Unión. Por ese sendero transita hoy el club de la Avenida. Convencido hasta la médula de sus formas, que no son constantes pero si organizadas y convencido de su entorno, factor que puede potenciar la autoestima a límites grupales impensados.
Pero para observar estas cuestiones se precisa de humildad. Humildad para aceptar cambiar, para aceptar crecer y para aceptar errores. Dentro y fuera de la cancha. Con pantalones cortos, largos o con traje. A partir de allí puede proyectarse una identidad más allá de los resultados.
Entender que cada detalle cuenta y que la suma de ellos minimiza radicalmente las desavenencias es clave. Partiendo de esa base y con el envión –siempre necesario- de algunos resultados favorables el panorama puede cambiar sin que lo hagan tantos nombres. Y las distancias para con el resto y para con los sueños pueden acortarse. Siempre paso a paso, consolidando y construyendo identidad hacia el interior del grupo y hacia la masa de hinchas. Sin hablar tanto, conmoviendo más bien con hechos y con la clara intención de hacer.
Allí radica el mayor capital que atesora el Tatengue.
Los balances se hacen siempre al final, y hoy el fútbol argentino, eterno barco sin coordenadas claras, no lo permite en coincidencia con el fin de año. Por ello habrá que ser cauto, pero nunca temerario, en el análisis. No es sencillo emparentar las estadísticas con los rendimientos, pero este Unión merece cada punto que hasta aquí ha cosechado. Y merece -a mi juicio- alguno que se le ha escapado.
Los rivales no se eligen y el horizonte indica que se vendrán equipos poderosos, por historia o presente, además del derby de la ciudad. Algunos asocian la buena cosecha de puntos a la dimensión histórica de los oponentes de turno y en un cálculo simplista intuyen un semestre extremadamente complejo por delante.
Quizá la magnitud, sobre todo simbólica, de los obstáculos que tendrán Madelón y los suyos de aquí a mayo sea mayor respecto de los que han quedado ya en el camino. Pero habrá que decir, que este equipo estuvo a la altura de cada rival y que hoy es más equipo que cuando esta aventura llamada Superliga arrancó, por méritos propios.
Habrá que decir también, que este equipo se ha reforzado de enorme manera al no dejar partir a ninguna de las piezas que mejor funcionaron los meses pasados. Y no podremos dejar de mencionar que además, producto del crecimiento deportivo, ha seducido e incorporado valor agregado con la llegada de Rodrigo Gómez.
Los detalles definen aun hoy el fútbol de Unión, el equilibrio emocional debe seguir en edificación porque el camino sigue siendo un trabajo diario, pero si la vista no se eleva demasiado y los pies siguen aferrados al piso los sueños pueden no estar tan lejos. Dependerá de los resultados, pero mucho más funcionamiento.